Privacidad y Políticas Públicas

Niñas, niños y adolescentes como agentes activos en la configuración de su privacidad

03/07/2018

Por Patricio Velasco F., investigador de Derechos Digitales | #Boletín17


El aumento en el acceso material a nuevas tecnologías y, en especial, el crecimiento en el número de niñas, niños y adolescentes que poseen teléfonos móviles con conexión a internet supone numerosas consecuencias a la hora de ejercer derechos humanos fundamentales, tales como la privacidad.

Una buena forma de aproximarse a la cuestión es considerando la cuantía del fenómeno. Por ejemplo, según los datos de la encuesta Kids Online aplicada en Brasil en 2016, el 85% de los niños, niñas y adolescentes acceden a internet desde un teléfono móvil (sin existir diferencias significativas según el nivel socioeconómico de las familias ni el sexo de los respondentes). Este tipo de datos no es excepcional en el contexto regional. La caída en los precios de los dispositivos y la ampliación de la infraestructura de internet han permitido una creciente masificación en el acceso a la red en Latinoamérica.

El acceso masivo a internet y su particular modo tiene, igualmente, otras implicancias. Al ampliarse la conectividad mediante teléfonos móviles personales, los usos que pueden desarrollar niñas, niños y adolescentes se multiplican y, además, el eventual control preventivo que los adultos a cargo de los menores pueden ejercer sobre sus prácticas en línea se ve afectado (Byrne, Kardelfelt-Winther, Livingstone, & Stoilova, 2016). El control no puede ser permanente y el conocimiento que las y los niños y adolescentes adquieren sobre las nuevas tecnologías puede dejar rápidamente desactualizados a los adultos, configurando un escenario donde son los menores quienes se “alfabetizan” con mayor rapidez sobre los nuevos desarrollos tecnológicos (Ólafsson, Livingstone, & Haddon, 2013).

Además, es necesario considerar un tercer elemento relevante: el modo en que se experimenta la conectividad a internet por parte de niños, niñas y adolescentes. La experiencia de internet se encuentra principalmente mediatizada por el uso de plataformas a las que se accede a través aplicaciones en los teléfonos móviles. En el caso chileno, por ejemplo, un 80% de los niños, niñas y adolescentes declara haber utilizado redes sociales en los últimos meses.

Esta configuración, considerando un amplio acceso a internet a través de dispositivos personales, alto nivel de familiaridad con las nuevas tecnologías y la prevalencia de las redes sociales supone desafíos significativos a la hora de abordar la pregunta por la privacidad en línea.

Para autores como Boyd, la proliferación de la conectividad a través de redes sociales, con énfasis en los usos que niños, niñas y adolescentes hacen de éstas, ha influido en un cambio en lo que comprendemos por privacidad en línea. Así, si antes alcanzar publicidad suponía movilizar y gestionar recursos, actualmente estaríamos frente a un escenario donde se comprende que lo público se encuentra determinado “por defecto”; mientras que lo privado opera como una construcción, que requiere no sólo movilizar recursos, sino también desarrollar estrategias que sean capaces de establecer límites al acceso y difusión de los contenidos generados.

Tal giro en la comprensión de la privacidad tiene amplias consecuencias a la hora de evaluar el comportamiento de niñas, niños y adolescentes en línea. Más allá de los peligros que puede significar el uso de información personal por parte de terceros –que ha sido debidamente expuesto en el debate en torno a Cambridge Analytica-, es necesario situar esta preocupación en el contexto de una creciente dataficación de la vida social, donde las experiencias son registradas a través de diversos sensores y dispositivos, conformando un rastro duradero de la vida de las y los niños que se han socializado a través de éstas plataformas (Lupton & Ben Williamson, 2017).

Debemos, entonces, volver a preguntarnos qué implica y cómo se configura la privacidad en línea. Para Balleys & Coll, la privacidad refiere a la capacidad de gestionar la intimidad con pares, lo que supone la configuración de ésta como una forma de capital que permite a niños, niñas y adolescentes consolidar sus vínculos y estatus. Tal gestión de la intimidad podría verse representada en las diversas formas en que los menores se relacionan con las plataformas en línea y, particularmente, con las restricciones que establecen de su participación dentro de éstas.

Es debido a lo anterior que resulta importante evaluar cuáles son las habilidades y capacidades de niños, niñas y adolescentes despliegan en redes sociales en vistas de configurar su privacidad en línea. Así, antes que enfocarse en la privacidad como concepto abstracto, es posible verificar cuáles son los recursos que efectivamente son movilizados para definir qué se quiere resguardar como privado. Al adoptar este enfoque, surgen nuevas interrogantes: ¿están todos los niños, niñas y adolescentes en igualdad de condiciones para poder movilizar tales recursos y conformar su privacidad en línea? Sobre el particular, se ha señalado que la alfabetización digital y el desarrollo de habilidades en línea reproduce las desigualdades sociales de base (Helsper, van Deursen, & Eynon, 2015), cuestión que en contextos como el Latinoamericano –con amplias diferencias entre los diversos estratos socioeconómicos- puede resultar todavía más acuciante.

Estamos, de este modo, frente a un escenario complejo: no sólo el ejercicio de la privacidad supone hoy gestionar recursos, sino que tales recursos no están igualmente disponibles para la totalidad de la población. Tales brechas, en términos de habilidades en línea, resultan hoy particularmente significativas, toda vez que las diferencias en el acceso material a tecnologías casi han desaparecido. A modo de ejemplo, y considerando nuevamente los datos de Kids Online Brasil, se puede señalar que un 74% de los niños, niñas y adolescentes de los estratos altos saben cómo cambiar su configuración de privacidad en redes sociales, mientras esta declaración alcanza sólo un 50% en quienes pertenecen al estrato más bajo.

Ante ello es necesario desarrollar estrategias que favorezcan la creación y gestión recursos que permitan a niños, niñas y adolescentes ser agentes activos en la configuración de su privacidad en línea. Esto implica poner énfasis en el desarrollo de habilidades y estrategias para un uso seguro de internet, capaces de considerar que, en el escenario actual, la privacidad no es un concepto estático, sino un despliegue práctico y cotidiano. Para ello resulta imperioso habilitar no sólo a los propios niños, niñas y adolescentes, sino también a los adultos que forman parte de su proceso educativo (tanto en los hogares, como en los establecimientos educacionales).

Debemos orientarnos, entonces, hacia el desarrollo de programas que permitan valorar a los menores qué es lo que quieren mantener en el ámbito privado y cuáles son las herramientas y estrategias tecnológicas efectivas a tales fines. Así, estaremos habilitando a niñas, niños y adolescentes en el desarrollo de competencias digitales para la construcción de su privacidad en línea; sin que esto, por cierto, presuma respecto de tal o cuál contenido sustantivo a ser resguardado. Es relevante que esta formación sea capaz de reconocer las diferentes identidades étnicas, religiosas y sexuales existentes en la sociedad, permitiendo así que la participación en línea de niños, niñas y adolescentes respete las diferencias culturales, mientras se hace frente a las brechas de clase que pueden incidir en la gestión de la privacidad.

Patricio Velasco es investigador de ONG Derechos Digitales. Es sociólogo y magíster en sociología y tiene un MSc in Media and Communications.

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