Privacidad y Políticas Públicas

Tecnología y arte como redes tácticas de defensa contra la violencia

10/09/2016

Por Tiago Rubini | #Boletín14

Kenia es uno de los países africanos con altísimos índices de violencia de género y sexualidad. En una encuesta realizada por el proyecto Pew Global Attitudes and Trends [1] en 2007, por ejemplo, se constató que 96% de la población entrevistada cree que la homosexualidad no debería aceptarse socialmente como un estilo de vida en el país.

La fuerte persecución exige que los disidentes de género y sexualidad de Kenia busquen formas estratégicas para comunicarse online y offline. Vestigios de estilos de vida trans* y no heterosexuales pueden resultar en todo tipo de violencia, desde despidos hasta violaciones correctivas. Una de las soluciones que encontró la comunidad fue adoptar sobrenombres para comunicarse entre sí a través de internet y, en consecuencia, fortalecer las redes offline de confianza. De cualquier manera, el riesgo de violencia sigue siendo muy significativo.
Las tecnologías de la información y la comunicación para el desarrollo, conocidas como ICT4D (Information and Communication Technologies for Development), consisten en estrategias digitales de desarrollo socioeconómico y de aplicación de los derechos humanos en contextos de vulnerabilidad para grupos oprimidos. Sin embargo, un estudio realizado por el Tactical Technology Collective [2] indica que las interfaces destinadas al uso estratégico de personas de bajos ingresos, racializadas y disidentes de género y sexualidad de Kenia no siempre contribuyen de manera eficaz con la resolución de los problemas sociales que pretenden combatir. Entonces, ¿cómo garantizar que esas soluciones se apliquen de manera satisfactoria?

El estudio del TCC analizó dos casos de redes digitales desarrolladas para defender personas con ese perfil en Nairobi. La primera, Utunzi [3], se define como una plataforma que mantiene una base de datos sobre actos violentos contra la población LGBTIQ y busca viabilizar la atención de emergencia a las víctimas, entre otras iniciativas. La red Speak Out [4] combate a chantajistas que amenazan exponer públicamente a individuos que, por seguridad personal, no pueden darse el lujo de salir del armario. Con relación a ambos casos, el TTC fue categórico: fue necesario que la comunidad participara activamente en el desarrollo de las interfaces para que funcionasen de modo satisfactorio, desafiando incluso la autoridad de quien las idealizó en la aplicabilidad del proyecto, por ejemplo, cuestionando si es complaciente con las políticas de nombres reales aplicadas por las redes sociales.

No hay cómo proteger a las personas marginadas sin criticar el statu quo. Grupos particularmente vulnerables a la violencia en sus diversas formas necesitan viabilizar sus existencias en soluciones autónomas. Las instituciones que deberían ampararlos muchas veces refuerzan prácticas y discursos que amenazan su integridad. De ahí la importancia de elaborar estrategias de organización, comunicación y difusión del conocimiento desarrolladas por ellos mismos.

El proyecto Autonets, de Micha Cárdenas, actúa en tal sentido. Mujer trans* de ascendencia latina, Cárdenas es una investigadora directamente interesada en el efecto que el arte y la tecnología tienen en la cultura. Inspirada por marcas de la diferencia en grupos vulnerables a la violencia en el espacio público, Cárdenas propone, con las Autonets, que prendas de vestir que remiten a culturas urbanas subalternas sean aumentadas tecnológicamente como redes tácticas de vigilancia. La investigación se desarrolla de manera conjunta con otros artistas, movimientos sociales y hackers de diversos lugares.

Un acuerdo previo entre quien vestirá las prendas y Autonet determina de qué manera se utilizará la interfaz. La interfaz puede informar el lugar donde las personas de la red están y si alguna de ellas está en situación de vulnerabilidad. De esta manera, aumentan las chances de que el grupo se distribuya de modo estratégico y actúe contra los ataques. Un presupuesto importante para las prendas radica en el hecho de que no dependen de la internet habitual, suministrada por conglomerados de telecomunicaciones para funcionar en redes telemáticas. O sea, Cárdenas quiere, en la concepción del proyecto, pensar en formas en las que los grupos oprimidos puedan crear sus propias redes, evitando la posibilidad de que interfieran actores externos que mantienen el orden vigente. Al mismo tiempo, con este trabajo la artista critica el monopolio corporativo de las redes telemáticas de información digital.

“Los activistas no cumplen con la ley, como artistas cambian el diálogo de manera teatral, perturbando la ley”,[4] afirma el artista e investigador de la Universidad de California Ricardo Dominguez. Con eso, Dominguez no quiere decir que la actuación política de los artistas sea teatralizada, sin chances de interferir de modo fáctico en los problemas sociales. Lo que observamos en su práctica y en la de otros, como Micha Cárdenas y Steve Kurtz (del Critical Art Ensemble, preso por sospecha de bioterrorismo en 2004[6]), es justamente el modo performativo con el que se mantiene el statu quo. O sea, en qué medida su sustentación consiste en su constante reiteración por él mismo.

Por ejemplo, Ricardo Dominguez y el grupo Electronic Disturbance Theater (EDT), del cual Micha Cárdenas participa, fueron investigados por el FBI después de realizar el proyecto Transborder Immigrant Tool. El EDT desarrolló una interfaz para celulares de bajo costo, en asociación con grupos de apoyo a inmigrantes latinos, que mapea puntos estratégicos de refugio y agua en la frontera entre México y los Estados Unidos, además de ser un espacio para la poesía digital. A pesar de que el trabajo no se aplicó a gran escala, la represión que sufrió muestra cómo los derechos humanos valen poco frente a la postura estadounidense con respecto a sus políticas de inmigración.

Ryan Hammond, artista estadounidense que investiga sobre biotecnología, consultó especialistas en legislación durante el desarrollo del proyecto Open Source Gendercodes[7] para garantizar su aplicabilidad. El trabajo pretende encontrar una forma autónoma de producción de hormonas para el uso por parte de personas trans* con el fin de asumir que la patologización de esos cuerpos y subjetividades es un problema cultural. La construcción de las historias trans* no debería realizarse al margen del discurso médico, fuertemente atravesado por demandas de la industria farmacéutica, sino que tendría que ser un proceso en el que se comprometieran, en primer lugar, las personas que lo atravesarán. Para eso, Hammond investiga cómo producir hormonas a partir de la manipulación de hojas de tabaco, de forma independiente del mercado farmacéutico.
Tanto Hammond como Cárdenas y el Electronic Disturbance Theater apuestan a técnicas de código abierto en sus procesos artísticos. En consonancia con la idea de que todo conocimiento debe compartirse, las iniciativas antes comentadas funcionan por la intersección de luchas políticas, una de las cuales es asumir que el arte y la tecnología son fenómenos culturales que tienen el potencial de exponer y cambiar dinámica de opresión.

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Ryan Hammond trabajando en su laboratorio. Foto: Ryan Hammond

Tiago Rubini, artista transmedia que vive en Curitiba, también investiga el arte y la tecnología desde la perspectiva del código abierto. El artista desarrolló el proyecto Estridente, que pretende discutir la violencia en el espacio público a través del uso táctico del sonido. Los estridentes son dispositivos portátiles de dimensiones modestas que funcionan como alarmas. En principio, se formulan con tres propósitos principales: para colocarse en puntos donde hubo episodios de violencia; para incorporarlos en prendas de vestir como alarmas personales; o para que disparen en puntos estratégicos, definidos en acuerdos previos, que llaman la atención sobre atentados y alertan a las personas que conocen su funcionalidad.

Los estridentes surgieron de una urgencia del artista en criticar la heteronormatividad truculenta en el espacio público a través de lo que denomina microhisteria electrónica. En Brasil, definido por Berenice Bento como «el país de transfeminicidio» [8] y donde personas no heterosexuales son asesinadas cada 28 horas, los disidentes sufren violencia frecuentemente en las calles, por la noche, en espacios de trabajo, tránsito y convivencia de ese perfil.

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Circuito Estridente, por Tiago Rubini (copyleft)

A pesar de que muchos de los episodios de violencia de género se produzcan dentro del espacio privado de las escuelas, los lugares de trabajo y las familias, el artista busca destacar en el espacio público que los cuerpos disidentes resisten y reaccionan. También quiere exponer, de esa forma, que la constante negligencia de las instituciones brasileñas en relación con episodios de violación de los derechos humanos es un problema que afecta significativamente la vida del espacio público.

Tiago Rubini es investigador y artista transmedia. Le interesan el arte y tecnociencia como fenómenos culturales e investiga la sonoridad electrónica a través de una perspectiva poscolonial y queer. Participó de exposiciones, condujo talleres y realizó performances en Brasil y en España. Más información en http://tiago.hotglue.me.

[1] http://www.pewglobal.org/

[2] https://tacticaltech.org/

[3] http://utunzi.com/

[4] https://www.scout.org/node/57471

[5] http://hyperallergic.com/54678/poetry-immigration-and-the-fbi-the-transborder-immigrant-tool/?wt=2

[6] http://www.cognitiveliberty.org/news/cae_arrest1.html

[7] http://opensourcegendercodes.com/projects/osg/

[8] http://www.revistaforum.com.br/2014/06/09/brasil-o-pais-transfeminicidio/

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