Privacidad y Políticas Públicas

Infraestructura para una revolución violeta

10/09/2016

Por Anamhoo | #Boletín14

El 24 de abril #24A en México la primavera era violeta. Mujeres de al menos 25 estados del país hicieron oír sus voces en contra de la violencia machista. En la ciudad de México se llevó acabo una marcha en el que participaron unas 10000 personas que bailaron, cantaron y corearon consignas, exigiendo el derecho a estar vivas #VivasNosQueremos (en el caso de México es literal éste derecho a estar vivas, dada la situación de violencia que existe en el país; por ejemplo, a la fecha, 11 estados de 32 han solicitado la alerta de género por feminicidios y desapariciones forzadas de mujeres en donde está involucrada la trata para explotación sexual u otro tipo de trabajos en condiciones de esclavitud). Virtualmente las movilizaciones se seguían en diferentes partes del mundo, sumando a los hashtag que se estaban usando y a otras campañas como #MiPrimerAcoso. No pude estar en las movilizaciones pero desde mi habitación conectada seguía lo que pasaba en las «redes sociales». A los pocos días tuve la oportunidad de charlar con una twittera que en 140 caracteres contó una situación de acoso muy violenta en el metro de la ciudad de México. De inmediato un grupo de trolls1 la atacaron con expresiones machistas como «tu te lo buscaste», lo que empeoró cuando se expuso que era centroamericana, cuando las expresiones se volvieron también xenófobas.

Dentro de los grupos feministas que conozco las respuestas machistas e incluso misóginas en las «redes sociales» (o mejor dicho, medios sociales corporativos2) son demasiado comunes y van desde comentarios como «tal vez estás exagerando» hasta amenazas de muerte. Uno de los casos más conocidos fue el que ocurrió a @menstruadora3 en dónde un grupo de trolls la amenazaron con «violaciones correctivas» y «ser quemada viva» intimidándola aún más ante la posibilidad de conocer su ubicación geográfica. Pero los ataques no sólo se limitan a usuarias que representan una identidad individual en específico. En julio de 2015 el portal de la revista digital «La que arde» recibió un ataque por lo que el servidor que les daba el alojamiento decidió sacarla de línea. Por las mismas fechas, May first/People daba a conocer el ataque de denegación de servicios (DoS) que tuvo uno de sus servidores, detallando que el blanco de esta acción era la página que promovía el derecho a decidir Fund Abortion Now. En una autentica ciberguerra, la gente de May First, contraria a la lógica de los servidores comerciales, decidió resistir el ataque y mantener la página en cuestión4.

Para las mujeres el acceso a Internet ha sido una herramienta muy útil; las ciberfeministas, usuarias pioneras, han visto fortalecidas sus luchas colectivas e individuales en esta capacidad de que la palabra tome un alcance distinto y en la generación de redes. Las estrategias en el tiempo han sido muchas, desde el anonimato hasta la exposición de la intimidad reiterando que lo personal es político. Sin embargo, en la medida que el Internet se ha desarrollado y que las capacidades de vigilancia han aumentado, se hace urgente re pensar este espacio virtual que habitamos y, si lo vemos como un espacio de activismo, tener una estrategia para actuar.

Muchas discusiones se han despertado sobre el tema; sabemos que hay un continuo on line-off line (dentro y fuera de la red). Sabemos que lo que pasa virtualmente nos pasa, que no hay menos realidad en ello, que hay emociones, afectos, acciones, vida. Por lo mismo, si en el andar cotidiano en la calle se vive el acoso y la violencia machista, que esto ocurra virtualmente no nos sorprende. En relación a la vigilancia y la seguridad, los discursos dominantes promueven la no exposición de lo íntimo o lo privado, algo bastante complicado desde el ciberfeminismo, ya que es un nodo central de su acción política y que, si poco reflexionado, puede contribuir en la generación de miedo y la autocensura. El anonimato, la ofuscación y el cifrado son herramientas poderosas que heredamos de personas que creen en la liberdad y se deben promocionar su uso como contracto social establecidos por los cypherpunks. Sin embargo, es importante ser críticos siempre y cuestionar los elementos de base que hacen con que estemos en una situación insegura. En realidad, hay corrientes de hackers que creen que la seguridad debe emerger de los sistemas y no ser una responsabilidad del individuo, en cuanto otros creen que debe ser personalizada. Eso debe ser propiamente discutido.

Pese a todas las reflexiones desde los feminismos virtuales, considero que frecuentemente olvidamos algo fundamental: ésta batalla no se está dando uno a uno en simetría de fuerzas y el espacio en el que se desarrolla no es un campo abierto, es un centro comercial. En este sentido creo que es importante distinguir entre los ataques a una usuaria que se representa a si misma y el ataque a un colectivo/organización desde el que se exponen posturas políticas. que no promueven el odio. Esta distinción no pretende categorizar en importancia o urgencia, sino pensar que estrategia nos es útil. En el mismo sentido, distinguir entre una persona que realiza el ataque, un grupo de personas que de forma organizada realizan los ataques a organizaciones e, incluso instituciones que se constituyen con recursos monetarios y no solo de fuerza de trabajo para realizar los ataques (por ejemplo grupos antiabortista que cuentan con recursos suficientes para contratar compañías que usan bots para atacar cuentas de redes sociales o ataques de denegación de servicios). De la misma forma es importante pensar quienes realizan las acciones de vigilancia porque a veces es un familiar o persona cercana, mientras que en otros casos puede ser una gran corporación, o una organización/institución como el Estado. En cualquiera de los casos anteriormente descritos, lo común es que el espacio en el que se están realizando las acciones de vigilancia y/o ataques son espacios corporativos, y al igual que sabemos que hay un continuo on line-off line, necesitamos cambiar nuestro imaginario sobre lo virtual, ya que esto tiene un anclaje material tangible, todo ocurre en una infraestructura con cables, satélites, servidores, que están geográficamente ubicados, que están regidos bajo leyes comerciales específicas.

Cualquiera que ha llevado a cabo o que se propone una acción de denuncia dentro de un centro comercial, sino es algo meramente espontáneo, sabe que las reglas del juego serán unas muy distintas a las que tendría si se desarrollara en una plaza pública. La legislación en un centro comercial operará siguiendo reglas que protegen la propiedad privada y el valor comercial, mientras que el espacio público en principio sería de la comunidad y se regularía por el estado o por modos de gestión de lo común como las comunidades autónomas y/o pueblos autóctonos. En países democráticos, el derecho a la libertad de expresión y de protesta tendrían que protegernos.

Algunas corporaciones de redes sociales se han dado cuenta que están perdiendo usuarias o que sus productos se venden mejor si hay mujeres integradas a los equipos de trabajo, por lo que están tomando medidas como colocar mujeres en determinados puestos o reuniéndose con grupos de activistas para que sean ellas quienes proponen mejores políticas de uso, en un trabajo voluntario para una corporación que se enriquece a sus costillas. Estas actividades tienen como objetivo no perder ganancias de la corporación, no buscan incidir en contra de la violencia machista o en respeto a la libertad de expresión y la protección de las usuarias. Mientras esto no sea visibilizado difícilmente se logrará combatir todos estos ataques de odio que existen. Una probadita de ello fue algún gerente de una corporación de redes sociales que en plena reunión con grupos feministas puso en su cuenta personal expresiones machistas sobre las asistentes en tiempo real5.

Si asumimos que el espacio virtual actualmente es corporativo, tácticas tipo poder del consumidor podrían ser una alternativa, pero si lo reducimos a esto siempre jugaremos bajo los tiempos y las formas del patriarcado. Queremos una revolución violeta6 y toda revolución necesita pensar en su infraestructura, regresar a los proyectos de servidores autónomos o redes sociales alternativas, que al contrario de lo que se piensa, nos son estrategias obsoletas. Necesitamos formas seguras y libres para expresarnos, necesitamos recursos económicos y de trabajo y auténticas redes de colaboración sustentables.

Si aun se piensa que esto es solo una ilusión hace falta una mirada a proyectos como possibleworlds.org, rhizomatica.org, tv cherán7 o la apuesta del transhackfeminismo por aprender a administrar un servidor feminista. Aún nos falta mucho para generar infraestructura con tecnologías sociales y feministas pero a microescala y de forma descentralizada estos mundos posibles existen ya como semillas del nuevo futuro.

Anamhoo, miembro del colectivo Acción Directa Autogestiva (ada.org.mx) ,hakctivista y consultora en temas de seguridad digital. Actualmente mi trabajo en explora vías técnicas que nos permitan defendernos de la vigilancia, la censura y la violencia pero también en la búsqueda de argumentos que nos permitan cuestionar esta sociedad e imaginarnos nuevas formas y decidir.

1 Trolls: retomado de la cultura popular en los inicios del internet fue un término que describía a personas que solían cuestionar, a veces de forma muy ácida o agresiva, en los foros o canales IRC. En la actualidad se usa para describir usuarios que atacan a otras en línea. Una definición más precisa se puede ver en https://gendersec.tacticaltech.org/wiki/index.php/Complete_manual/es.)

2 Se puede ver el desarrollo del tema por exponentes como Fran Ilich en trabajos como http://medialab-prado.es/mmedia/561/view

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