Arte y Activismo

SUPERNERDS: whistleblowers en el teatro y la TV

10/07/2015

Por Joana Varon e Lucas Teireixa | #Boletín11

supernerds

 

Edward Snowden, Daniel Ellsberg, Julian Assange, Thomas Drake, Chelsea Manning, Barret Brown, Jeremy Hammond, Annie Machon, William Binney.

Esas personas, en algún momento de sus vidas, asumieron un riesgo, desafiaron estados para denunciar prácticas de vigilancia indiscriminada, crímenes de guerra y corrupción. Para algunas personas, son traidores. Para otras, son héroes de una generación y una consecuencia inevitable de un mundo donde megacorporaciones e instituciones militares crecen rápido, de forma opaca para la sociedad.

Pero para la mayoría de las personas, en realidad son solo nombres y rostros vagos que aparecieron en los diarios de los últimos años. Con iniciativas como la Courage Foundation (fundación que apoya a Snowden y Hammond), el término whistleblower (que puede traducirse como denunciante de actividades irregulares) está popularizándose y el mundo conoce mejor las historias y los destinos de esas personas (y se prepara para las próximas que vendrán).

En Alemania, la directora de teatro Angela Richter llevó la discusión al escenario y la pantalla grande. SUPERNERDS es el nombre de una obra multimedia que desafía las nomenclaturas. La obra de teatro fue parcialmente presentada en vivo en un show de TV, interrumpida en varias ocasiones por conversaciones (como con el abogado de Edward Snowden), intervenciones (como la de Jacob Appelbaum) y una interacción inusitada con quienes acompañaban el programa desde casa: a través de internet, era posible votar para decidir si el público del teatro sería más o menos burlado utilizando sus propios datos.

Al comprar el ingreso del espectáculo, las personas tuvieron que proporcionar algunos detalles personales: fecha de nacimiento, dirección, e-mail y número del celular. A partir de esos datos, con un «búrlense más» mayoritario como resultado de la votación y apoyándose en el servicio de crédito ofrecido por las empresas data brokers, la producción mapeó y mostró mapas codificados por colores de los asientos de quienes vivían en uno u otro lado de la ciudad, o de quien tenía un buen registro de crédito (y por lo tanto podía pedir préstamos a un banco).

Risas nerviosas y miradas furtivas denunciaban la inesperada experiencia directa de la ominipresente e invisible dataveillance de la sociedad de la información.

En otra interacción, se realizó una «revisión íntima virtual» a una persona (no identificada) del público. A partir de lo que parece haber sido una sesión de búsquedas en la web abierta, en las redes sociales y en Internet Archive, se compilaron algunas peculiaridades de su vida en un informe que se entregó al público.

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