Arte y Activismo

Vigilancia biométrica en las ciudades y Facial Weaponization Suite

01/03/2016

Por Tiago Rubini | #Boletín13

El activismo queer opera mediante la interseccionalidad. Verdades totalizadoras con respecto a la sexualidad y la identidad son, a final de cuentas, construcciones culturales que tienen que ver con cuestiones como clase, raza y nacionalidad. Por lo tanto, no es por nada que los artistas queer de nuevos medios de comunicación problematizan los usos de la tecnociencia como procesos culturales afectados por esos factores. Los efectos sociales de la biometría, un emprendimiento fundamentado en intereses militares, gubernamentales y corporativos, son analizados por el artista Zach Blas como armas simbólicas en el proyecto Facial Weaponization Suite.

Shoshana Amielle Magnet, una de las autoras que influenciaron el trabajo, es categórica con relación al uso de tecnologías biométricas para catalogar cuerpos: estas tecnologías no son adecuadas. Magnet dice que los sistemas de biometría se basan en juicios preconcebidos que no consideran las multiplicidades de raza, género, sexualidad, clase y capacidad.

Por ejemplo, el mal momento que Shadi Petosky pasó en el aeropuerto de Orlando, en septiembre de 2015, se hizo público cuando ella relató a través del Twitter que su pene fue detectado por el sistema de rayos X de la inspección de pasajeros como una «anomalía». Un empleado de la TSA (Transportation Security Administration) interrogó a Petosky durante 40 minutos (la hizo perder su vuelo) y le dijo que solo embarcaría después de que se declarase un hombre, con todas las letras. American Airlines sugirió que pidiera con anticipación un tipo de inspección diferente de la del público en general la próxima vez que viajara por la compañía.

Petosky tuvo su identidad violada y fue criminalizada por ese uso de los rayos X. La existencia de una mujer con pene es imposible para las operaciones algorítmicas de ese software, lo que hizo que la TSA supusiera que debía estar escondiendo algo y revisara minuciosamente el cuerpo y las pertenencias de la pasajera. ¿Y qué decir de otros sistemas de vigilancia biométrica utilizados cada vez en mayor escala, como la lectura de huellas digitales, el iris y el reconocimiento facial, prioridades en la innovación tecnológica empleada por organismos como el FBI o la CIA? ¿Qué implicaciones tiene ese cuadro en el derecho de ir y venir y en la privacidad de las personas con cuerpos marcados por la diferencia?

Para Zach Blas, es en las fallas de los sistemas que metrifican y digitalizan los cuerpos donde aparecen algunos de los aspectos socioculturales más intrigantes. Blas dice, por ejemplo, que los activistas de raza y género son más vulnerables en contextos de vigilancia biométrica porque sus cuerpos son frecuentemente ilegibles por esas interfaces, lo que implica sujetarse a exposiciones aún más radicales y a penalidades más graves. Al mismo tiempo que las luchas de esas personas no tienen que ver con buscar reconocimiento por la biometría, su no reconocimiento las sujeta a más formas de violencia. Partiendo de esto, Blas propone que este tipo de invisibilidad sea usado como un instrumento para hackear la biometría. Y afirma: “becoming non-existent turns your face into a fog. And fog makes revolt possible.”

El rostro humano, en particular, es un importante objeto de estudio para Blas. La conversión del rosto en un medio digital es muy versátil. Las tecnologías de reconocimiento facial pueden servir tanto para vigilar como para crear estrategias de marketing que funcionen de forma individualizada. Apple tiene, desde 2013, una patente sobre tecnologías de reconocimiento facial que se utilizan en smartphones y es solo una de las grandes corporaciones con intereses semejantes. Estas tecnologías también demostraron su utilidad en la inspección de fronteras nacionales y en el control de la ciudadanía de inmigrantes y tiene el potencial de supervisar a los individuos dentro de los grandes centros urbanos mediante dispositivos de vigilancia pública y privada. La aplicación londinense Facewatch expresa esa posibilidad: utilizada por la policía y comprada por miles de comerciantes, ayuda a denunciar personas que cometen pequeños delitos en tiendas a través de material de video obtenido por cámaras de vigilancia internas. El uso eventual de tecnologías de reconocimiento facial es una voluntad expresada por el grupo que desarrolla la interfaz.

En el proyecto Facial Weaponization Suite, Blas evoca lo que denomina el poder del rostro colectivo. Una de las estrategias de Blas fue elaborar máscaras, llamadas face cages, que destacan las formas geométricas usadas en los algoritmos de las interfaces de reconocimiento facial y recuerdan instrumentos de tortura medievales. Esas máscaras dificultan la lectura de los rostros por parte de los sistemas de vigilancia. Otra técnica usada por el artista consiste en la superposición de diversas biometrías faciales en moldes en 3D, lo que genera fag faces, máscaras deformes que también son indetectables por las tecnologías biométricas. Blas obtuvo los datos usados para las fag faces a partir de rostros no normativos en talleres y prácticas de atelier. En un estudio criticado por el trabajo, difundido por la Scientific American en 2009, se alegó que los rostros de hombres homosexuales son fácilmente reconocidos como tales por las personas en general, incluso cuando se los proyecta sobre un fondo blanco, sin demarcaciones como cabello, anteojos u otros accesorios, en diapositivas con duración de 50 milisegundos, tiempo insuficiente para que un ser humano procese información de manera consciente. Así, con el proyecto Facial Weaponization Suite, Blas sugiere que de la colectividad no normativa se haga un arma contra la invasión de la privacidad y la demarcación de la alteridad.

El estatus que el rosto cubierto adquirió en los años 2010 como símbolo de resistencia política fue una inspiración para el artista. Por ejemplo, la marcha que movilizó más de 40 mil zapatistas enmascarados en Chiapas, en 2012, y el arresto de Nadezhda Tolokonnikova y Maria Alyokhina de Pussy Riot, el mismo año, son iniciativas con las que el artista dialogó a través del trabajo. Otra referencia para el proyecto Facial Weaponization Suite fue la retomada, en septiembre de 2011, por parte del departamento de policía de la ciudad de Nueva York, de una ley de 1845 que criminaliza el uso de máscaras en el espacio público por dos o más personas que no estén en un evento festivo. De esta manera, el uso masivo de las máscaras de Guy Fawkes, popularizadas por Anonymous durante Occupy Wall Street, fue criminalizado por la policía de Nueva York. Los manifestantes presos tenían sus penas agravadas en caso de que no concordasen en someterse a un escaneo de iris, hecho que generó protestas debido a su inconstitucionalidad.

En febrero de 2014, grupos defensores del derecho a la privacidad en los Estados Unidos comenzaron a reunirse con representantes de departamentos de marketing de corporaciones interesadas en la tecnología de reconocimiento facial para debatir los rumbos del uso de este tipo de biometría. En junio del año siguiente, nueve grupos que participaban del fórum terminaron desistiendo de la iniciativa debido a la negligencia declarada del Departamento de Comercio del gobierno federal de los EE. UU. en garantizar el derecho a la privacidad del público. Cuando se preguntó a las empresas si concordarían en registrar los datos biométricos solamente mediante autorización expresa, todas lo negaron. También manifestaron su desacuerdo en cuanto a la necesidad de consentimiento en caso de que una corporación decidiera usar ese tipo de información en el espacio público de alguna manera.

Cuanto menos analizada sea la dimensión cultural de las innovaciones tecnológicas, mayor es la tendencia a que refuercen dinámicas sociales que inviabilizan y criminalizan a personas vulnerables. La poética de Zach Blas se funda justamente en la crítica cultural de la que carecen las tecnologías de biometría en este aspecto y termina por fortalecer grupos no normativos y minoritarios en sentidos que, en otros contextos, significarían exclusión y violencia.

Tiago Rubini es investigador y artista transmedia. Le interesan el arte y tecnociencia como fenómenos culturales e investiga la sonoridad electrónica a través de una perspectiva poscolonial y queer. Participó de exposiciones, condujo talleres y realizó performances en Brasil y en España. Más información en http://tiago.hotglue.me.

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